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Leyendas del pasado IV: Bernd Rosemeyer I

Un relato de El Abuelete del M3 - 21 agosto 2013

Rosemeyer en su camino al éxito

La temporada continúa avanzando y el Grand Prix de Alemania (28 de Julio de 1935) se celebra también en el Nürburgring, ante una masa que ronda los 300.000 espectadores y se extiende por el infinito trazado, confiados en ver una nueva victoria de los bólidos y pilotos alemanes.

Tal es la seguridad en su poder aplastante que los organizadores germanos solamente han previsto una grabación con el “Deutschland über Alles” como himno de celebración.

Pero ese día, los lances de la carrera, las estrategias de los equipos y el atrevimiento de Tazio Nuvolari van a silenciar a un público que acabará aplaudiendo al curtido y musculoso “hombrecillo de Mantua”.

Nuvolari había sido capaz de imponerse con su Alfa Romeo Tipo B/P3 a todos los pilotos germanos y sus poderosas máquinas, en una prueba en la que la lluvia, el comportamiento de los neumáticos y el arrojo sin límites del piloto italiano resultaron determinantes.

Bernd Rosemeyer, que había estado toda la carrera peleando por los puestos de cabeza sin conseguir liderarla, hubo de conformarse con el cuarto lugar en la meta, inmediatamente detrás de sus compatriotas, Hans Stuck (Auto Union) y Rudolf Caracciola (Mercedes), que con sus poderosas máquinas acompañaron en el podio a Tazio Nuvolari en uno de sus mejores triunfos.

Ganador en el último compás de la carrera, el mantuano les entrega a los organizadores un disco que forma parte de su equipaje, para que la alegre marcha “garibaldina” le acompañe en la cima de un podio que ha conquistado tras completar las 22 vueltas en 4h 08m 40,2s sobre su Alfa Romeo Tipo B/P3 3.2, un bólido que desarrollaba 100 CV menos de potencia que sus rendidos rivales alemanes.

Con la perspectiva del tiempo, ahora, ocho décadas después, hay que realizar un esfuerzo de comprensión para lograr entender y asumir las condiciones en que transcurrían aquellos Grand Prix de la década de los 30.

Al no existir algún control federativo que regulase la duración y longitud de las pruebas ni que estableciera un calendario de carreras, el universo de los Grand Prix aparecía tan disperso e irregular que se daban con alguna frecuencia situaciones en las que, aún los equipos más potentes y mejor organizados, debían elegir participar o no en determinadas carreras.

Al contemplarse la coexistencia de diversas categorías, podrían darse parrillas más o menos nutridas y bólidos más o menos poderosos, pero la pasión sería la misma y en ello también influiría el valor económico de los premios y su puntuación para los diversos campeonatos o “copas”.