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Leyendas del pasado IV: Bernd Rosemeyer II

Un relato de El Abuelete del M3 - 6 septiembre 2013

1937. El ruido y la furia

Podríamos decir que la temporada de 1937 marca un antes y un después en la crónica del automovilismo deportivo. “The sound and the fury”, esa expresión anglosajona tan de moda en la época, novelada por William Faulkner, refleja fielmente en su enunciado fonético lo que se vivió aquel año en los circuitos de Grand Prix.

En contrapartida a la aportación económica realizada para su desarrollo, la propaganda del régimen nazi había penetrado hasta el tuétano de los equipos alemanes, a los que obligaba en algunas ocasiones a lucir la esvástica sobre máquinas y uniformes, parte de una coreografía hábilmente orquestada en sus detalles por el Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels.

Al frente de la tramoya, para gestionar el día a día y evitar desviaciones, habían colocado a un fantoche, el “Korpsführer” Adolf Hühnlein, nazi convencido hasta el ridículo que estaría presente como anfitrión en cada representación del espectáculo, cuidando hasta el último detalle (saludos brazo en alto incluidos).

Con el sentimiento nacionalista en fase de máxima exaltación, las ingentes muchedumbres que acuden a los Grandes Premios en los circuitos alemanes eran arrebatadas por una parafernalia espectacular. En ella no faltaban los imponentes vehículos oficiales, Mercedes 500/700 K, en los que las figuras del régimen convertían la vuelta de pre parrilla en una demostración de poder, escoltados siempre por escuadrones de motoristas y, en muchas ocasiones, del fragor de los cañones del 88, disparando salvas de honor. Un cuadro de locura, en el que se podía advertir las claves de lo que llegaría muy pocos años después.

Tras el dominio de los Auto Union Type C 6.0 V16 de 520 CV, que había llevado a Bernd Rosemeyer a conseguir el título de Campeón de Europa la temporada anterior, sus rivales de Stuttgart habían trabajado intensamente para mejorar las prestaciones del Mercedes W25 (el gran derrotado de la misma), cambiando todo aquello que pudiera restar eficacia.

El departamento de competición, dirigido ahora por el ingeniero Rudolf Uhlenhaut, había desarrollado el Mercedes W125. Aunque basado en el modelo anterior, en su evolución se han introducido numerosas mejoras y elementos nuevos, que muy pronto demostrarán el verdadero poder de una máquina capaz de dominar con su potencia y prestaciones al resto de sus rivales en la parrilla.

El Mercedes W125 marcaría a la vez un hito en cuanto a su potencia, llevada hasta los 646 CV mediante el uso del doble compresor volumétrico “Roots” sobre un motor de 5.660 centímetros cúbicos y “solo” 8 cilindros en línea (esta potencia no sería superada por ningún otro bólido de Gran Premio hasta la llegada de los motores “turbo” a la Fórmula 1).

La robustez y ligereza de su chasis tubular (construido en una aleación de acero tratada al níquel-cromo-molibdeno) y sus avanzadas soluciones en la suspensión, rematarían el cuadro técnico de un coche que se mostró ya tremendamente eficaz desde las primeras pruebas realizadas en el circuito Avus, antes del comienzo de la temporada de 1937.

Auto Union continuaba confiando en su eficaz Type C 6.0 V16 del año anterior, he incorporaban por ello pocas modificaciones. Presente también en Avus, en las dos jornadas de pruebas realizadas en el vertiginoso circuito próximo a Berlín, Bernd Rosemeyer pugna con el nuevo Mercedes W125 de Rudolf Caracciola y establece un nuevo récord de vuelta en un tiempo de 4m 07s, a una velocidad media de 281,09 km/h.