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Los descapotables no son para el verano

Escrito por: Juan Francisco Calero - 19 diciembre 2012

En mi infancia (primeros ochenta) ver pasar un descapotable por la calle era casi imposible en el extrarradio de Barcelona, a donde crecía. Los conocía por los cromos de las revistas que devoraba. De tarde en tarde, posiblemente en verano y en la costa, aparecía uno, y entonces era un acontecimiento: Un descapotable era un deportivo puro, un coche para gente especial, rica, elegida; era algo similar a encontrarse cara a cara con un unicornio blanco en un frondoso bosque, algo extraordinario, grande, memorable.

¡He visto un descapotable!

Luego llegó la adolescencia, y el descapotable, siendo algo casi marciano en España, empezó a ser visible, sobre todo gracias a la popularidad de las primeras versiones de compactos, Golf Cabriolet a la cabeza, que era una suerte de montura para gente bien. Los descapotables seguían siendo un objeto de deseo, algo especial y que, a mis inocentes ojos, generaba un sentimiento de grandeza instantáneo y universal a quien lo poseía. Conducir un coche a cielo abierto tenía que ser el paroxismo de la felicidad.

No se si es una cuestión de contrastes con aquellos sueños imposibles. Lo cierto es que durante los últimos 10 años he tenido la ocasión de conducir bastantes descapotables, valorarlos, ponderarlos y ponerlos en solfa con mis principios y sensaciones.  Y salvo en contadísimas ocasiones, mi conclusión es que los descapotables están completamente sobrevalorados. Funcionan como eso, como objetos de deseo, como símbolos de estatus o libertad, pero en la práctica sólo siento que todo se reduce a bonitas palabras carentes de contenido real y continentes de mucha verborrea impostada. “Yo para ser feliz quiero un cabrión”.

– Pues no oiga, no. Déjese de frases fáciles de la brisa, el cielo abierto, y demás tópicos, que ya no cuela, y hablo con conocimiento de causa.

– A usted lo que le pasa es que es un cascarrabias que ha perdido la capacidad de disfrutar conduciendo. Al volante de un descapotable se disfruta mucho más de todo.

– Yo disfruto conduciendo. Disfruto mucho conduciendo un coche muy bien aislado, con un asiento extraordinariamente cómodo y bien diseñado, fácil de manejar y ágil a mis indicaciones, a veces en silencio, a veces degustando una buena puesta de sol mientras por un gran equipo de sonido suena mi música favorita y el paisaje pasa a gran velocidad. Yo controlo el entorno, y no al revés. Disfruto haciendo 500 kms y saliendo de la montura sin una arruga en la ropa ni una gota de sudor. Eso es disfrutar conduciendo para mi, conducir sin que se note que conduces mientras te desplazas.

 – Pero es que conducir no es sólo ir del punto A al punto B. Conducir es sentir el volante, hacer curvas, controlar las reacciones del coche, la aceleración, el paisaje…

– Ya, pero eso no tiene nada que ver con ir con la azotea al descubierto o no. Y eso a lo que alude usted sucede rara vez, el 90% del tiempo que usamos el coche no es para ir “disfrutando” de nada, simplemente tenemos obligaciones que cumplir y sitios a los que llegar. Y ni siquiera ahora, que el descapotable es un bien que ya está al alcance de casi cualquiera que pueda comprar un coche, ni siquiera ahora que cualquier descapotable barato y con techo duro tiene un nivel de confort y aislamiento que ni soñaron los dueños de aquellos descapotables anhelados, ni siquiera ahora me seduce conducir aguantando las inclemencias del tiempo y el entorno, ni siq…

– Insisto, a usted lo que le pasa es que es un quejica. El disfrute al cielo abierto tiene momentos especiales, memorables…

– Venga, no empiece otra vez con la charlatanería. Si traslado mi anterior viaje a un descapotable, ni hay música, sólo un flapflapflapflap atronador a los oídos, ni hay tranquilidad, ni hay nada. Ojos llorosos, frío o calor, humo, ruido, caos, dolor de cabeza y tímpanos … cada vez que voy de viaje y veo a una persona en medio de una autopista azotada por los elementos mientras sonríe como la baronesa Thyssen, me compadezco de ella.

Observo que no es usted capaz de entender que los coches no sólo son para viajar. También se pueden disfrutar paseando los fines de semana, o incluso yendo al trabajo un día cualquiera…

– Cierto, pero esas ocasiones son las minoritarias. En pocas ocasiones, efectivamente, he disfrutado conduciendo un cabrio, pero lo he hecho: recuerdo un viaje por carretera hecho con un Smart Roadster Brabus con el que me divertí mucho, a pesar de ese cambio infame. De hecho, creo que el único descapotable que me satisfaría mínimamente es aquel que se comporta claramente como un deportivo, en el que el azote del viento incrementa la sensación y emoción de la velocidad.  Y por favor, no me diga usted que estar parado en un semáforo tragándose el humo de un autobús y el ciclomotor de turno, mirando de reojo a lo carteristas y asustado por los proyectiles de las palomas es su concepto de felicidad.

Eso por no hablar del clima. El clima en España es insufrible para conducir un coche de este tipo, especialmente en verano. Yo siempre pensé, en mi inocencia infantil, que los descapotables y el estío eran uña y carne. Pues no, ni eso. En verano no hay dios que disfrute de un descapotable en España, salvo que viva a más de 1500 metros de altitud o se encuentre en la costa del norte. Paradójicamente, los países con menos horas de sol y climas no extremos son los que más tiempo tienen para ir aguantando los rigores del entorno. Dicen que las noches de verano paseando a bordo de un cabriolet son memorables. Yo lo único que recuerdo memorable de las actuales noches de verano es el insomnio por el calor.

– Los descapotables han evolucionado mucho. Ahora tienen sistemas para controlar el calor, pero sobre todo el frío, que los hacen utilizables a cielo abierto incluso en invierno.

– Ya, ya. ¿Pero no le ha pasado usted que se ha quedado dormido y un pie, una mano o un dedo meñique le ha quedado fuera de la cobertura y se despierta? Pues con esto pasa lo mismo. Por mucha calefacción reforzada, por mucho calientanucas, por mucho aislamiento, por mucho paravientos trasero basta que el lóbulo de una oreja no esté suficientemente climatizado, que siempre falla algo, como para sentir una inmensa incomodidad.

– Desisto. Es usted un amargao, si no es capaz de sentir ni disfrutar como yo de mi coche a cielo abierto. Allá usted, so cascarrabias apenao. Me voy a disfrutar de mi descapotable.   

– Pues hale, corra. Con los descapotables pasa como con las motos. De repente alguien se mueve en algo que no sea un trozo de hojalata y cuatro ruedas con techo y ya es especial, viste ropas especiales, hace saludos especiales a gente desconocida y/o merece un tratamiento distinto –cuando en este caso concreto casi todos los motoristas son a su vez conductores de automóviles, esos a los que llaman enlatados, o enjaulados-. Con los cabrioleteros es parecido.. Eso por no hablar de los que compran un cabriolé moderno y no se acuerdan ni de cómo se descabeza, porque descubren que conducir descabezado es un verdadero tostón.

Dicho lo cual, puede que sí, que sea un tocho mental, un triste que no se encuentra entre los elegidos que hablan de cosas bonitas como los cielos abiertos y eso. Para mi el tema tiene mucha menos poesía. Para mi ir en coche vs ir en descapotable es la diferencia entre que te den un buen masaje y te den una buena guantá. Esa es la diferencia. Y sí, a mi me gustan las guantás en su contexto, pero no cuando viajo. Y además, la vida ya da bastantes guantadas como para necesitar una ración extra de tortas.

  • 5 comentarios

    • Juan Antonio dijo:

      Falta una variable: un descapotable no debe ser el único coche. Reescriba ud todo con esta nueva variable.

      Hasta luego.

    • Atila dijo:

      Estoy completamente de acuerdo y, es mas, yo siempre he pensado que el mayor defecto de un Honda S2000 es que fuese descapotable. Y es posible que el de un Miata también lo sea…

      Y puedo decir orgulloso que el mejor descapotable que he conducido, por el placer de sentir el aire y disfrutar del paisaje, es un Citroën 2CV

      Ni M3 ni gaitas …

      Un saludo,
      Atila

    • JotaEme dijo:

      Mamolaoltexto. Que lo sepa. Tron.

      JM

    • eduardix dijo:

      A mi me gustan, pero como dice Juan Antonio, son inviables como coche único y más en un infierno de humo, asfalto y gentuza como Madrid… Harry Metcalfe, sobre un Maserati GranTurismo a propósito de su muy directa y nítida dirección, observaba con gran acierto que, bien entrada la noche en la M40 (inglesa) todo lo que quieres es volver a casa. No obstante le aseguro que en una sitaución similar, entre un descapotable molón y el Golf Plus TDI que me prestó el taller, un coche soso, lento, aburrido, feo, ruidoso, vulgar y bastante práctico… me quedo con el descapotable.

      Me alegro de que exista este blog, con userte me libraré de la supuración posmoderna esa de la vetusta gloria, el matemático motivao y el cincuentón iluminado druida nuestro.

    • Mancheguito gozón dijo:

      Pues si, pero no, ni todo lo contrario. Un cabrio, es un capricho, y como tal debe de entenderse, palos a gusto no duelen, dicen por ahí. Pero por otro lado, la proliferación de astras, meganes y etc cabrios en nuestras carreteras (y poligonos) pues coincide plenamente con el texto que usia suscribe. Creo que mas bien depende del sujeto que esté al volante. Vivo en Alemania, lleva un mes nevando, y curiosamente, hay mas cabrios y campers que en España…cosas veredes amigo Sancho…sobre gustos no hay colores.