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Ayrton Senna en la década mágica

Un relato de El Abuelete del M3 - 12 junio 2012

La forja de un principiante

A los cuatro años ya asombraba y asustaba al vecindario derrapando sobre tierra con el kart que mandó construir su padre para él. Era un juguete de niño rico y así, con 8 años ya competía contra adversarios que le doblaban en edad. El pequeño Ayrton era impulsivo y, una derrota sobre pista mojada, le llevó a practicar con su kart durante varios días bajo un temporal de lluvia tropical. La asignatura quedó bien aprendida y, fuera por dominio del líquido elemento o simplemente magia, desde aquel día nadie volvió a ganarle bajo el diluvio.

Llegó a disputar el Campeonato del Mundo de Karting y se proclamó subcampeón las temporadas de 1979 y 1980. Pertenecer a una familia muy rica ayuda y por ello no tuvo ningún problema para continuar ascendiendo peldaños en su carrera hacia la Fórmula 1. Dio el salto hasta Inglaterra y allí fichó con el equipo oficial Van Diemen para disputar la Fórmula Ford 1600. El joven Ayrton venía dispuesto a deslumbrar y papá Milton da Silva pagó el precio del segundo asiento oficial para que el equipo estuviera dedicado exclusivamente a las evoluciones de su hijo. Y Ayrton no defraudó, obteniendo el triunfo en los principales campeonatos británicos de monoplazas en los que luchó y dejando evidencia de su clase y categoría como piloto.

Su primer Gran Premio de Fórmula 1 lo disputó en su Brasil natal en 1984 y su primera victoria llegó tan solo un año después, en el Gran Premio de Portugal. Conquistó tres títulos de Campeón en 1988, 1990 y 1991, su última victoria la consiguió en el Gran Premio de Australia de 1993 y la elipsis temporal de aquella “década mágica” se cerró para él en el circuito de Imola, en aquel fatídico 1 de Mayo de 1994.

Aquellos diez años de lucha, triunfos y rivalidad llevada al extremo dejaron una huella indeleble en la afición de todo el planeta y son millones los que, sin haberlo vivido en aquel momento, pinchan los videos de YouTube acumulando millones de miradas asombradas a cuanto ocurrió en tan descomunal disputa. Una buena película, un docudrama con su nombre, “SENNA”, pasó inadvertida para el gran público de las salas, pero hoy es lugar de peregrinación y culto para los seguidores de su peripecia vital.


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