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Frenesí mexicano, mirada polaca

Escrito por: Juan Francisco Calero - 7 marzo 2012

Al final de este artículo hay una nota legal sobre la propiedad de las fotos que se muestran.

 

La percha

Hace ya muchos años, algo así como 20 o más, cayó en mis manos el suplemento dominical de algún diario que ya no recuerdo. Aquella portada me sorprendió, porque iba de coches: concretamente de un grupo de chicanos –o sea, mexicano-americanos- que consagraban prácticamente la totalidad de su vida y dinero al arte del lowriding, es decir, a la decoración y preparación de automóviles clásicos. No soy ni mucho menos un entendido en materia automovilística estadounidense, pero lo cierto es que sus hipertróficas, ineficientes y ruidosas máquinas americanas siempre me han parecido infinitamente más interesantes que las funcionales y sosas en comparación máquinas europeas. Más interesantes, aclaro, desde un punto de vista puramente estético, por el magnetismo y atracción que transmite el diseño de sus carrocerías autoportantes y el bramido de esos V8 que se beben la gasolina a ritmos que hoy en día casi serían de código penal.

La cuestión es que esa revista, por más que la he buscado, nunca volvió a aparecer. En ella se podía apreciar a través de las fotos una relación especial entre el personaje y su máquina, toda la pasión con la que una generación, conscientes de que el sueño americano no era para ellos, dedicaban a sus gigantescas máquinas decorándolas prácticamente igual que un iluminado pintaría un fresco o un retablo en una iglesia. Todo transmitía un misticismo y trascendencia inusuales para nuestra cultura, de esa manera con la que los mexicanos se relacionan con la realidad, muchas veces brutal, pero siempre rodeándola de pasión y veneración directamente religiosa.

Supongo que la revista terminó en algún contenedor de reciclaje hace ya muchos años, pero lo cierto es que aquellas imágenes se me quedaron en la retina. Y hace no mucho, más de 20 años después, han vuelto con fuerza, a raíz de conocer el espectacular trabajo que os presento.

Frenesí Mexicano

Car Frenzy (que traducido –es imposible literalmente- sería algo así como pique entre coches en el idioma de Cervantes) es el trabajo de un fotógrafo polaco llamado Tomasz Gudzowaty. Guzdowaty es un Fotógrafo así, con «F» mayúscula. Acumula premios por doquier desde que hace ya unos lustros decidiera dedicarse a su vocación para recorrer el mundo y retratarlo con la cámara. El trabajo que os presento a continuación se llevó uno de los World Press Photo –Los Óscar de la fotografía- a trabajos relacionados con el mundo del deporte en 2011. En él, nos zambulle en el alucinante mundo de un puñado de aficionados al  motor, que dedican prácticamente todo el tiempo que no necesitan para cubrir sus necesidades a restaurar, decorar y  preparar coches para hacer carreras callejeras. La américa pseudosalvaje, de grandes espacios abiertos y degradados aparece aquí y de nuevo en todo su esplendor, poblada por un grupo de tipos duros que, con recursos limitados, consagran su vida a la velocidad. Cuando vi por primera vez la serie de fotografías que había ganado el premio, deseé que no se terminaran nunca:

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

La superficie dura de la Laguna de Sayula, cubierta de polvo y sal durante buena parte del año, es un lugar idóneo para competir y luchar a golpe de acelerador

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Salida de una carrera

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Raúl Rosas Cano, en un Nissan Datsun de 1972, vs Hugo Loyo Vero, en un Dodge Charger de 1968

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Fernando Javier de la Barrera Angulo, en un Chrysler Plymouth Barracuda de 1967, compite frente a Raúl Rosas Cano, en un Nissan Datsun de 1972,  y Aaron Cervantes Flores, en un Ford Mustang de 1969

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Armando Cerda Hernández y Miguel Romero Valenzuela, con un Dodge Charger de 1968 detrás 

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Reunión informal de entusiastas dentro de la Bodega Pantano, en Laguna de Sayula

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Erik Gracia Rojas, en el taller

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Pasado y presente en una carrera… ¿o rodeo? Hugo Loyo Vero enfrenta su Charger del 68 a un Mitsubishi Lancer Evo X

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Hugo Loyo Vero posa orgulloso al volante de su Dodge Charger 

 

© Tomasz Gudzowaty, Yours Gallery/Fotoagentur Focus

Fernando Mendoza Cárdenas vs José Andreas de la Barrera Rivera, Dodge Super Bee del 69 vs Dodge Super Bee de 1970

 

Tomasz Gudzowaty

El autor de este trabajo nació en 1971 y estudío derecho en la universidad de Varsovia.


Como fotógrafo puro, viaja por el mundo buscando la belleza en lugares inéditos o que se alejan de lo evidente o popular. Gusta de llamarlos ensayos, y algo de eso hay ya que su técnica consiste en hacer una inmersión en una comunidad determinada e intentar sacar la esencia de los personajes a través del foto-reportaje. Gudzowaty comenzó haciendo fotografía de naturaleza, pero en los últimos años, y donde ha conseguido reconocimiento internacional, es haciendo reportajes sobre el mundo del deporte no convencional; aquellas actividades exóticas, atípicas o fuera del circuito de los medios de masas son el objeto de su mirada. Y con ese pretexto se ha recorrido medio mundo mostrándonos la belleza los lugares y comunidades más insospechadas.

Tomasz trabaja como los fotógrafos de hace medio siglo. Con su cámara de fuelle y medio formato deja pasar la luz a una diapositiva. La fuerza que transmiten sus retratos y el foco selectivo, en algunas ocasiones usado como recurso para miniaturizar la realidad o reforzar el mensaje, muestran la perfección técnica y la maestría a la que ha llegado con su trabajo. Trabajo se puede apreciar en todo su esplendor en su página web: www.gudzowaty.com

 

 

Lowriders

El lowriding es un fenómeno puramente mexicano, y más concretamente chicano (estadounidenses de origen mexicano). Aunque los personajes objetos del trabajo de Tomasz no son lowriders, tienen muchos puntos en común. La diferencia básica es que están separados por una frontera, la frontera entre EEUU y Mexico.

Cuenta la leyenda –o sea, Wikipedia- que el lowriding comenzó a finales de los años 70 –hay una revista dedicada al tema que se fundó en 1977, a la que pertenece la imagen-, cuando a un joven chicano se le ocurrió llenar el coche de sacos cargados de arena para bajar su altura y así diferenciarlo de los demás. Tiene un fuerte componente de identidad comunitaria de un sector marginal de la sociedad. Además de reducir al máximo la altura de las vetustas y larguísimas carrocerías, se trata de decorar lo mejor y más llamativamente que se pueda. Desde los años 80 el lowriding ha ido derivando a una suerte de espectáculo de dudoso gusto en el que se montan en el coche mecanismos hidráulicos con los que levantar y bajar la carrocería hasta límites absolutamente surrealistas e incomprensibles para nuestra mentalidad, en una suerte de frenesí mecanizado más propio de un rodeo o de un purasangre oligofrénico. Bizarrías al margen, el rebaje de altura y la decoración sigue siendo cuando menos impactante e interesante si lo comparamos con las preparaciones que se estilan a este lado del atlántico. No cualquier coche puede ser apto para esta técnica, y se usan preferentemente vehículos de gran longitud de los años 60, 70 y en menor medida 80. El favorito y más utilizado es el Chevrolet Impala. Los primeros lowriders se atrevieron también con las camionetas y autos de los 40 y 50, pero su alto coste adquisición y mantenimiento ha hecho que actualmente sean minoría.

 

© Lowrider magazine, editado desde 1977

 

El analógico y la escuela polaca     

Que Gudzowaty sea tan bueno y además polaco no es casualidad. La escuela polaca de fotografía, ya sea estática o cinematográfica, es referencia mundial desde hace muchos años. De allí salen algunos de los mejores usuarios y maestros en el arte de captar la luz. Es una escuela de formación clásica, donde el fotoquímico se sigue reverenciando por encima de las modernas y frías técnicas digitales. El trabajo de Gudzowaty es una buena muestra de ello. Lejos de estar en desuso, y por más que Kodak se hunda, la tecnología juega paradójicamente a favor de las técnicas clásicas: Gracias a la proliferación de escáneres de alta calidad y a coste relativamente bajo, y a la difusión por internet, el fotoquímico está tomando una fuerza, pero sobre todo veracidad, que se impone al mundo de los bits y los megapíxeles. Por lo que antes era viejo y ridículo ahora nos damos de tortas en Ebay y estamos dispuestos a pagar cantidades indecentes. Un retrato bien hecho en una cámara de medio formato sigue transmitiendo cosas imposibles de apreciar con un moderno equipo de fotoperiodista digital. Y si no, que se lo pregunten a los que se pasan el día haciendo fotos con su Iphone para luego tunearlas en el Hipstamatic.

 

Desde Autolimite.com queremos agradecer la amabilidad y cortesía de D. Tomasz Gudzowaty a la hora de cedernos sus fotografías para publicarlas en este blog. En la web www.gudzowaty.com se puede apreciar una gran muestra de su trabajo y comprar copias fotográficas. Todas las imágenes son propiedad del autor, y están sujetas a copyright.

 

 

 

 

  • 2 comentarios

    • Abuelete del M3 dijo:

      Gracias Juan Francisco. Intuía que nos ibas a sorprender tras un par de semanas de silencio y hoy lo has conseguido con este regalo. Tomasz Gudzowaty en su joven madurez, (esos envidiables 41 años) nos descubre con su mirada mundos ignorados, apenas presentidos, que en su magnetismo te arrastran a una emocionante navegación por su web, otro incalculable tesoro.La obra de este polaco «patrimonio de la humanidad» me recuerda la de Robert Capa y Gerda Taro,una pareja, húngaro él y alemana, que vinieron con su cámara a dar testimonio de la tragedia de nuestra Guerra Civil. Lo consiguieron poniendo en su trabajo arte y agallas suficientes para disculparles alguna discutible puesta en escena(Muerte de un miliciano en Cerro Muriano.1936).Si aquello fué alguna pequeña «licencia artística», no fué de «atrezzo» precisamente la muerte de Gerda bajo las cadenas de un tanque en el fragor de la batalla de Brunete en 1937, ni eran «FX» la explosión de la mina, en el conflicto de Indochina, que en Mayo de 1954 se llevó la vida del intrépido húngaro que había desafiado antes el plomo derretido de nuestra contienda, la invasión japonesa de China y la playa de Normandía en pleno dia D.
      La comparación de la muestra de Tomasz Gudzowaty con la de la pareja mítica no es en absoluto gratuíta, al reconocimiento otorgado a través de los premios que ya ha recibido estoy convencido que le llegarán otros tanto o más importantes y cuando eso ocurra, querido Calero, recordaré este regalo que hoy nos haces. De nuevo, gracias.

    • Juan Antonio dijo:

      Aunque yo no soy muy de «blano y negro», y la cultura que ahí se expone me es bastante extraña, al final los coches nos hermanan; da gusto ver las fotos.