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Un astro llamado «Magic» Senna

Un relato de El Abuelete del M3 - 24 julio 2012

1988. Primer título ¡¡Por fin la gloria!!

Sería muy fácil resumir lo que fue la temporada 1988: ¡Dominio aplastante del equipo McLaren-Honda! Con 15 victorias (8 Ayrton Senna y 7 Alain Prost) sobre 16 pruebas del campeonato, solamente Gerhard Berger (Ferrari F188) había roto el monopolio, ganando en el G.P. de Italia como último tributo a la memoria de Enzo Ferrari (que había fallecido tan solo unos días antes).

En McLaren se habían decantado también por los motores Honda y nunca hasta entonces se había producido tal acumulación de triunfos. Los resultados del motor Porsche que impulsaba los McLaren-TAG hasta la temporada anterior no habían sido malos, pero su MP4/4 latía mejor al calor del Sol Naciente.

Senna había llegado a McLaren con la aprobación de su primer piloto, Alain Prost, que decantó las dudas a favor de Ayrton en pugna con el tricampeón Nelson Piquet. Nunca se saben las secretas intenciones que se albergan tras cada decisión importante pero, lo que es seguro, es que el racional “Profesor” no supo ver lo que le esperaba al admitir al nuevo “alumno”.

Daba comienzo así una de las pugnas más enconadas y más emocionantes de la historia de la Fórmula 1. A cada golpe, la respuesta era otro golpe… a cada victoria, otra victoria… la afición dividida, amando a uno y odiando al contrario, mientras los McLaren-Honda MP4/4 arrasaban las parrillas sin piedad para nadie.

Ayrton Senna ganó en los Grandes Premios de San Marino, Canadá, EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Hungría, Bélgica y Japón. Alain Prost lo hizo en Brasil, Mónaco, México, Francia, Portugal, España y Australia. Senna hubiera ganado también en Mónaco si no hubiera sufrido un despiste que le llevó contra el guardarraíl a la entrada del túnel.

En el G.P. de Portugal empezó a vislumbrarse claramente lo que cada uno estaba dispuesto a arriesgar con tal de vencer al otro. En la salida, Prost se adelantó a su rival, pero en la primera curva de Estoril (una rápida derecha en bajada), el de Sao Paulo le colocó el coche por delante. Al final de la primera vuelta, el “Profesor” quiso darle una lección al “alumno”, pero este demostró que se las sabía casi todas y arrinconó a Prost, obligándole a circular rozando el muro de boxes a 290 km/h. El francés no se arrugó por ello y arriesgando cuanto era y todo lo que tenía, consiguió adelantar a Senna y se largó hacia la victoria. Aunque Prost se mostró furioso por lo que consideró juego sucio, la FIA se conformó con una severa advertencia para Senna, preludio de sanciones que llegaron tiempo después.

A la penúltima prueba (G.P. de Japón), Senna llegaba con siete victorias y Prost con seis. El brasileño hizo la “pole” pero, al darse el semáforo verde, su coche se quedó mudo. El motor Honda se había calado y únicamente una ayuda divina podía aliviar el desastre. El “Dios de la Gravedad” o las teorías de Newton hacen que el McLaren, aprovechando el desnivel de la recta principal de Suzuka, ruede como una manzana. Primero lentamente, pero el encendido funciona y el MP4/4 de Senna se dispara como un obús hasta situarse en la decimocuarta posición, comenzando una remontada que, en la segunda vuelta, le posiciona en sexto lugar, en la tercera ya era quinto y, en la siguiente, gana otro puesto. En la undécima vuelta ya está en posiciones de podio.

Ese día, los dioses o la física estaban de su parte y, la lluvia, su elemento natural, le permite volar casi a ciegas, siguiendo las estelas que le preceden, hasta que, en la vuelta 28, aprovechando una vaporosa nube de doblados, emerge hasta la primera posición, ganándole la partida a Prost, que ve impotente como, una vez más, “Magic” Senna se pierde en la bruma, inalcanzable, hacia la conquista de su primer Campeonato Mundial de Fórmula 1.

Es la consagración definitiva de un hombre dotado de virtudes y defectos que cautivará a las masas más allá de lo razonable, un espíritu místico, concentrado en su ser, que le llevará a decir que algunas noches hablaba con alguien que estaba “arriba”. Aquello le valió un titular: “Senna habla con Dios”.


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