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Toyota GT86

Escrito por: Víctor M. Fernández - 24 marzo 2012

Sus 200 CV empujan pero no brillan

Desde los primeros bocetos, el planteamiento de los ingenieros de Toyota ha sido crear un coche divertido, emocionante, de los que hay que conducir, de los que transmiten sensaciones. Y, en buena medida, lo han conseguido. El tacto de frenada (con un mordiente adecuado y fácil de dosificar), el manejo del cambio (con movimientos de palanca cortitos) o la rapidez de la dirección (con tan sólo 2,5 vueltas de volante y buena capacidad de giro) son algunos elementos que delatan su condición.

La buena distribución de los pesos y tan solo 1.239 kilogramos de coche sobre la báscula (en vacío) hacen que se sienta su ligereza desde el primer instante. Semejante aligeramiento permite recurrir a discos de freno de tamaño moderado y también a una medida de neumáticos acorde con un coche de 200 CV (215/45 R17), contribuyendo así a optimizar las masas no suspendidas.

El motor tiene el sonido característico de los propulsores bóxer (con los cuatro cilindros horizontales y opuestos dos a dos). No emociona especialmente, pero se percibe diferente al de los motores habituales de cuatro cilindros en línea. Tampoco emociona su progresivo empuje “atmosférico”. Sube bien de vueltas, pero no impresiona tanto como un motor turboalimentado de similar potencia. A partir de 4.000 rpm notamos claramente cómo “respira” mejor y se muestra más enérgico hasta alcanzar la zona roja del cuentavueltas (a 7.400 rpm), punto en el que se produce un corte de inyección suave, sin tirones que nos zarandeen en el habitáculo. La luz indicadora que se enciende en el cuentavueltas a 6.300 rpm nos ayuda a evitar llegar a este punto.

De hecho, las prestaciones que anuncia Toyota no brillan respecto a la competencia, con una velocidad máxima de 226 km/h y una aceleración de 0 a 100 km/h en 7,6 segundos, algo discreto para un coche cuya relación peso/potencia teórica es de 6,19 kg/CV.


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