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Gilles Villeneuve, el príncipe sin corona. Parte 3

Un relato de El Abuelete del M3 - 10 julio 2020

Malabares bajo el diluvio del GP de Canadá 1981

Las evoluciones que iba recibiendo el nuevo Ferrari 126 CK a lo largo de las carreras y las dos victorias consecutivas del GP de Mónaco 1981 y el GP de España 1981 volvían a posicionar a Gilles Villeneuve entre los posibles aspirantes al título de la temporada 1981.

Pero el sueño de Gilles se desvanecía en los Grandes Premios posteriores, con abandono del piloto canadiense en cinco de las seis carreras siguientes, motivado por avería mecánica (GP de Francia y GP de Italia) o accidente (GP de Gran Bretaña, GP de Austria y GP de Holanda).

El Gran Circo llegaba así al GP de Canadá 1981, penúltima prueba de la temporada disputada sobre el circuito de la Isla de Notre Dame (Montreal), en donde Gilles Villeneuve corría “en casa” y el “Diluvio Universal” se desplomó sobre el trazado de Montreal.

Aunque el campeonato parecía ya un mano a mano entre Nelson Piquet (Brabham-Ford BT49C) y Carlos Reutemann (Williams-Ford FW07C), con ambos colocados en las dos primeras posiciones de salida, sería el ídolo local, Gilles Villeneuve (Ferrari 126 CK), el que escribiría sobre aquel asfalto mojado otra de las páginas más extremas de la Fórmula 1.

Tanto Villeneuve como su compañero de equipo, Didier Pironi, partían desde la sexta línea de parrilla, en una demencial arrancada bajo la lluvia en donde la visibilidad resultaba casi nula.

Alan Jones (Williams-Ford FW07C) protagonizaba una salida limpia que le colocaría como primer líder, aunque unas vueltas después era adelantado por Nelson Piquet (Brabham).

El piloto brasileño aguantaba el liderato tan solo una curva, siendo Alain Prost (Renault RE30) quien le realizaba un brillante adelantamiento por la trayectoria exterior para situarse en cabeza.

Gilles Villeneuve, al volante del Ferrari 126 CK, durante el GP de Canadá de 1981, disputado en el circuito Isla de Notre Dame (Montreal).

Solo unos giros después (vuelta 13), sería Jacques Laffite (Ligier-Matra JS17) quien adelantaba a su compatriota francés, rodando ya en solitario hacia la victoria (la última de Laffite en Fórmula 1).

Por detrás, Gilles Villeuve había ascendido hasta la tercera posición y “navegaba” por el mojado asfalto de Montreal marcando sucesivas vueltas rápidas en carrera, aunque perseguido de cerca por John Watson (McLaren-Ford MP4/1).

Villeneuve conseguía adelantar también a Prost (Renault), pero el alerón delantero del Ferrari 126 CK número 27 estaba dañado desde la primera vuelta, tras un toque con René Arnoux (Renault RE30), aunque no parecía afectar en exceso a la velocidad del canadiense.

No obstante, a Villeneuve le costaba contener los ataques de John Watson (McLaren) y el piloto británico le arrebataba definitivamente la segunda posición del podio.

Pero, la verdadera exhibición de Gilles Villeneuve, estaba todavía por llegar. En el momento de adelantar a unos doblados, Villeneuve golpeaba por detrás a Elio de Angelis (Lotus-Ford 87) y quedaba trompeado en medio de la pista, con el alerón delantero ahora claramente deteriorado.

Aquel Gilles luchador, que sorprendía siempre a todos con sus maniobras imposibles, retomaba la marcha e iba a emprender un fugaz ataque de pundonor y rabia sobre tan delicado asfalto, completamente encharcado.

Casi partido y ladeado, el deterioro del alerón delantero se acrecentaba en cada giro y terminaba retorciéndose, quedando doblado justo en la línea de visión del piloto.

Lo que otros hubieran solucionado, entrando a “pit lane” para reparar el desperfecto, para Villeneuve supuso un reto más, conocedor de que su salida de pista supondría la pérdida definitiva de una plaza en el podio (quedaban 12 minutos de carrera por disputar).

Gilles Villeneuve, al volante del Ferrari 126 CK, durante el GP de Canadá de 1981, disputado en el circuito Isla de Notre Dame (Montreal).El intrépido canadiense se mantenía así en la lucha, sacando partido de todas sus referencias en pista, de la visión periférica, de su prodigioso control del monoplaza, de las virtudes del “efecto suelo” y de su enorme valentía para continuar rodando al límite, hasta que el alerón delantero se acabó desprendiendo del monoplaza tres vueltas después y dejo libre su campo de visión.

Villeneuve deleitó a todos sus compatriotas y al mundo entero con increíbles maniobras de “patinaje”, más propias de las motos de nieve con las que se inició en el mundo de la competición, para conseguir cruzar en la tercera posición final de aquel GP de Canadá de 1981 (en el que se completaron 63 de las 70 vueltas previstas, al superar las dos horas de duración).

“No me hubiera parado por nada del mundo. Tenía que detenerme, pero una parada en boxes habría arruinado todo mi esfuerzo hasta ese momento”, declaraba el piloto canadiense tras semejante espectáculo de habilidad y determinación.

Después de semejante demostración en Canadá, Gilles Villeneuve se retiraba por avería del motor en el GP de Las Vegas (circuito urbano Caesars Palace), la última carrera de la temporada 1981, aunque había sido ya descalificado por alinearse incorrectamente en la parrilla de salida.

Nelson Piquet (50 puntos) acabó coronándose campeón, con tan solo un punto de diferencia sobre Carlos Reutemann (49 puntos), mientras que Gilles Villeneuve obtendría la séptima posición final de pilotos (25 puntos), una escasa renta para un talento tan brillante.