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Copas y carreras al ritmo de la musica disco

Un relato de El Abuelete del M3 - 10 julio 2012

Las reuniones «racing»

La inquietud de ofrecerles algo más a todos aquellos “amigos” del automovilismo nos llevó a “inventarnos” las primeras reuniones “racing” en el Madrid de finales de los 70. De aquella manera “institucionalizamos” lo que llamamos los “Martes Racing”, una cita específica para hablar y disfrutar de lo que había acontecido en el mundo de las carreras durante la semana anterior.

Aquellas primeras “reuniones racing” fueron motivo de inolvidables martes en el Pub Seis Peniques, rodeado entre lo mejor y los mejores del momento. Cuando “el Peniques” se quedó pequeño, los “Martes Racing”, con Ángel Luis Martínez Alcaraz y Vivi García alternándose al micro, se mudaron a aquella “ruidosa sala de cine” improvisada en la planta superior de la discoteca “Emmanuelle”. Sobre su pantalla pudimos ver y maravillarnos con imágenes imborrables de muchas de las carreras nacionales e internacionales de la época.

La misma pista de baile donde sonaba la última música sacada del “Billboard” servía también de escenario para la presentación de muchos de los mejores equipos de competición de la época y para las entregas de premios del “Campeonato de Slalom Emmanuelle”, una forma ligeramente tramposa de interpretar un reglamento para convertir, en pruebas de velocidad y trazados imposibles, lo que hasta entonces habían sido aburridas pruebas de habilidad. Un divertimento cronometrado que, en alguna ocasión, llegaba a reunir una lista de inscritos que envidiarían pruebas puntuables en el calendario nacional.

Dentro de aquella sala, llena a rebosar, se llegó a celebrar hasta un verdadero “rally”, con volante y puertas rescatados de algún “600” desguazado, casco, trajes más o menos ignífugos y el palo de alguna escoba como palanca de cambios. Era emocionante ver aquellos “aparatos” subiendo y bajando escaleras “a saco” con los “discos al rojo” o “trazando de lado” en la pista llena de gente bailando. Los “caballos” salían de las cuerdas bucales del “piloto” y, cuando fallaba algún cambio, el copiloto se encargaba de repostar de cubata o gin tonic al “señorito”.

Tengo el alma llena de recuerdos que, en algún momento, habré de rescatar y os contaré en Autolimite.


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