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Gilles Villeneuve, el príncipe sin corona. Parte 1

Un relato de El Abuelete del M3 - 25 abril 2020

La mirada del viejo halcón

Las espectaculares evoluciones de Gilles Villeneuve sobre el circuito de Silverstone causaron asombro en la entendida afición británica durante el GP de Gran Bretaña 1977, pero también despertaron el “sexto sentido” de Ferrari, que observó en el joven canadiense la rapidez y el coraje que él buscaba en sus pilotos.

La buena actuación de Villeneuve también llevaba a los responsables de McLaren a plantearse la posibilidad de ofrecerle el asiento de Jochen Mass para la siguiente temporada 1978, aunque no dejaban nada firmado con su reciente descubrimiento ni llegaban a proponerle una nueva carrera.

Teddy Mayer (el Director de McLaren) estaba pensando también en Patrick Tambay, cuya impecable imagen se adaptaba muy bien a las exigencias de su patrocinador principal (Philip Morris) y terminaba infravalorando las posibilidades del rapidísimo Gilles.

El perspicaz Enzo, a través de alguien de su confianza, le citaba entonces, pocos meses después del GP de Gran Bretaña, invitándole a pasar el GP de Italia 1977 junto a Ferrari y a realizar una prueba en Fiorano que cambiaría su destino.

“Amar el automóvil es la primera cualidad, la primera virtud que debía descubrir en mi interlocutor antes de hacerle firmar” declaraba entonces “il commendatore”.

Le habían hablado bien de aquel joven (se lo había recomendado el piloto Chris Amon) pero, en persona, Gilles era aún mejor, humilde, tímido… nacía desde el primer momento una corriente de empatía entre el “Gran Viejo” y el “pequeño gran joven”.

Todo ello cristalizaba, pocos días después, con una llamada del propio Enzo en la que le pregunta por teléfono: “¿estás preparado para firmar el contrato con nosotros?”.

Gilles Villeneuve firmaba, con una ficha de 75.000 $ como piloto de Ferrari y 15.000 $ adicionales para atender su familia. Tras firmar este contrato, se había acabado el vivir en “roulottes”, aunque siguiera utilizando las caravanas rodantes para desplazarse a muchos de los Grandes Premios.

Enzo Ferrari, el viejo halcón, tenía la vista larga y supo ver lo que Gilles traía, un ansia de victoria que en Niki Lauda parecía haberse extinguido y que en Villeneuve iba a estar presente hasta el último Iatido de aquel “campeón sin corona”.


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