Síguenos

Ayrton Senna, tercer título y nuevos rivales

Un relato de El Abuelete del M3 - 16 octubre 2012

Gran Premio de Brasil 1991. Los héroes también lloran

Pero estamos comenzando 1991 y, a la primera victoria en el circuito urbano de Phoenix (GP de EEUU), le seguía el Gran Premio de Brasil, una asignatura aún pendiente en el palmarés de  Senna, en su octava temporada en la Fórmula 1. Era el héroe local, sus paisanos le adoraban y no les podía fallar en Sao Paulo.

Para ello, consiguió la “pole” número 54 de su carrera, que explicó como otras veces, de una forma en la cual se mezclaban técnica y mística, algo que convertía a Senna en un ser con la aureola de lo irrepetible.

La carrera resultó un duelo inverosímil consigo mismo, durante varias vueltas fue encontrándose con la pérdida de varias marchas en el cambio de su McLaren.

La ventaja que había conseguido inicialmente se vio amenazada por el equipo Williams, primero Mansell y después Patrese, acercándose peligrosamente en el momento en que su caja de cambios había quedado definitivamente trabada, limitada al uso de la sexta marcha y con varias vueltas por delante sobre un circuito abarrotado de paulistas que no entenderían su derrota.

Había que resistir y lo hizo. La lluvia hizo su aparición en las últimas vueltas y con ella, quizás la oportunidad de demostrar una vez más quién era el mejor bajo el líquido elemento. Tras la bandera de cuadros, un Ayrton Senna exhausto, más frágil que nunca, hubo de ser extraído del “cockpit” ayudado por Wilson Fittipaldi, mezcladas lágrimas de dolor y júbilo hasta recibir ayuda médica.

En rueda de prensa posterior explicaba que “al principio fueron cuatro las velocidades que no conseguía engranar y tenía que pasar de tercera a quinta. Después también fallaron las restantes, que saltaban. El esfuerzo para conducir en esas condiciones era enorme. Con la mano derecha tenía que sujetar la palanca, que estaba un poco suelta, y con la izquierda girar el volante, asegurándome mientras de no engranar las marchas averiadas”.

De la dificultad de este triunfo baste decir que estuvo a punto de ser alcanzado por Mansell, pero el británico hizo un trompo a final de la recta de tribunas que le afectó a la transmisión, motivando su retirada. Sin embargo, el respiro duró poco, pues los más de 40 segundos de ventaja que llevaba sobre el Williams de Riccardo Patrese  comenzaron a diluirse al ritmo de 6 ó 7 segundos por vuelta.

Imposible imaginar el sufrimiento y la dificultad de reducir de 300 a 70 km/h sin marchas intermedias, bordeando el desastre y rezando por alcanzar el final.

Según sus propias palabras: “¿Dónde estaba Patrese? ¿Por qué no lo veo? ¿Cuántas vueltas quedan? De pronto empezó a llover con más fuerza. Yo conozco muy bien este circuito y los lugares donde se deposita la lluvia, pero con un coche tan difícil de conducir, solo con la sexta marcha, era casi imposible mantener el control. No podía creer que Patrese no me hubiera alcanzado todavía. Hice un último esfuerzo y me dije, puedes conseguirlo. Y empecé a rezar”.


CONTINÚA LEYENDO

Gran Premio de Brasil 1991. Los héroes también lloran

En la senda de la tercera corona

Primer accidente de Senna