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Gilles Villeneuve, el príncipe sin corona. Parte 1

Un relato de El Abuelete del M3 - 25 abril 2020

El descubrimiento de James Hunt

Antes que el viejo Enzo Ferrari, paradojas del destino, había sido James Hunt el que se había fijado en Gilles Villeneuve. Le conoció en 1976, disputando una prueba de la Fórmula Atlantic americana, en la que el británico, otro corazón indómito, había sido invitado, arriesgando sus posibilidades de proclamarse Campeón del Mundo de la Fórmula 1.

En plena temporada, en dura pelea con el mejor Niki Lauda y recién llegado de ganar el GP de Holanda 1976 la semana anterior, el impetuoso James Hunt no dudaba en ponerse al volante de un monoplaza March-Ford 76B en éste campeonato de inferior categoría, para disputar, por puro placer, amor al riesgo y algo de dinero, una prueba innecesaria en su palmarés de aspirante al título en la Fórmula 1.

Nada más regresar a Europa, para disputar el siguiente GP de Italia 1976, la primera llamada de Hunt no pudo ser más explícita: “¿Teddy?… tenéis que verle, tenéis que darle una oportunidad, ese Villeneuve es absolutamente extraordinario”.

El joven Gilles había sido su compañero de equipo durante aquella carrera en el circuito urbano de Trois-Rivières, en donde el piloto canadiense obtenía una victoria incontestable con un March-Ford 76B similar al de James Hunt.

Además de Hunt, en dicha carrera también corrieron otros pilotos de Fórmula 1 invitados para la ocasión, como Alan Jones y Vittorio Brambilla, además de Patrick Tambay, piloto emergente de la F2 en aquella temporada.

Si la carrera la ganó Gilles Villeneuve (March 76B), la segunda posición fue para Alan Jones (Chevron B34) y James Hunt (March 76B) completó el podio, seguidos de Vittorio Brambilla (March 76B), Bobby Rahal (March 76B) y Patrick Tambay (Chevron B34).

Para Teddy Mayer, patrón de McLaren, la muestra de entusiasmo de su piloto estrella hacia el pilotaje de Gilles, que había dominado el Campeonato de Fórmula Atlantic en 1976, venciendo en nueve de las diez pruebas del mismo, fueron aval suficiente para incluir al desconocido canadiense en los test previos al GP de Gran Bretaña de la siguiente temporada.

Aquel 11 de julio de 1977, a los mandos de un ya baqueteado McLaren-Ford M23D (ex-Hunt), Gilles Villeneuve ofreció una muestra de lo que sería su paso por la Fórmula 1, arriesgando en el examen todo lo que había arriesgado en las categorías anteriores.

 

 

 

 

 

Lo había hecho siempre, desde sus inicios en las motos de nieve hasta su llegada a la Fórmula Atlantic, antes de ser descubierto por James Hunt. Y ahora, como tercer piloto de la escuadra inglesa (junto a James Hunt y Jochen Mass), Villeneuve estaba dejando sobre el asfalto de Silverstone la impronta de su manera de entender la competición, “hasta el límite del límite”.

En las sesiones de entrenamientos, el joven canadiense realizaba trazadas extremas y protagonizó innumerables trompos en casi todas las curvas del rapidísimo Silverstone, pero conseguía dominar el monoplaza tras completar giros de 360º y continuar la marcha sin sufrir ningún daño.

Cuando en el equipo McLaren le preguntaron si tenía algún problema, Gilles fue muy claro: “solo estoy probando lo rápido que puedo ir en la curvas. No puedes saber lo rápido que vas hasta que no pierdes el control del coche”.

En su primer Gran Premio de Fórmula 1, Villeneuve salía 9º en parrilla (por detrás de Jochen Mass con un nuevo McLaren M26) y obtenía la 11ª posición en la meta de aquel GP de Gran Bretaña 1977 (Silverstone) que ganaba James Hunt (McLaren M26).

Lo más llamativo es que Villeneuve, al volante del anterior McLaren M23D, llegó a ir 4º en carrera, antes de sufrir un problema en el errático indicador de temperatura que le llevó a realizar una parada imprevista en “pit lane” (como le habían indicado en el equipo), pensando que padecía sobrecalentamiento en el motor Ford Cosworth DFV 3.0 V8 (perdía 2 vueltas en la parada y remontaba desde la posición 21).

No obstante, sus esfuerzos se vieron recompensados después de la prueba, al ser nombrado “Piloto del día” (“Driver of the day”) en su carrera de debut.

Nadie sabe si el atrevido canadiense hubiera sido capaz de subir al podio en su primera carrera de Fórmula 1, pero allí dejó ya rubricada la impronta de su inmensa calidad, demostrando que reunía las condiciones necesarias para combatir contra los mejores pilotos y poder luchar, algún día, por el título de campeón.


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