Síguenos

Leyendas del pasado III: Rudolf Caracciola

Un relato de El Abuelete del M3 - 11 julio 2013

Accidente y drama (1931-33)

En 1931, pilotando un Mercedes SS-KL, Rudolf Caracciola tuvo la osadía de vencer en las Mille Miglia de Brescia, frente a un rival de la talla de Tazio Nuvolari y su Alfa Romeo 8C 2300 (Caracciola fue el primer piloto no italiano que obtenía la victoria).

Fue un tiempo en que el as germano, siempre a los mandos de su Mercedes pintado de blanco (los colores nacionales germanos), demostró su calidad de pilotaje, adquiriendo ya una gran popularidad en todos los circuitos y, sobre todo, en Alemania.

Eran años de crisis económica y, Mercedes, durante ese tiempo, participaba de forma intermitente en las carreras, para resurgir en la temporada 1934 en otras circunstancias muy favorables, al calor de las ayudas del recién proclamado III Reich.

En esa intermitencia, Caracciola ficha con Alfa Romeo para pilotar el P3 de 1932 y, con un coche de esa marca, sufrió al año siguiente su primer tropiezo grave. Tuvo lugar en Montecarlo cuando ya su fama había dado la vuelta al mundo como piloto de Mercedes.

En la primavera de 1933, Louis Chiron y Rudof Caracciola, a los que unía una gran amistad dentro y fuera de las carreras, decidieron montar su propio equipo. Compraron a Alfa Romeo dos coches, bautizaron la nueva escudería con las dos iniciales “CC” de sus propios nombres (Chiron-Caracciola) y se inscribieron en su primera prueba, el Grand Prix de Mónaco.

Rudolf Caracciola (1901-1959)En la víspera de la carrera, ambos recorrían, entrenándose, el tortuoso trazado. Cuando ya habían completado 25 vueltas al circuito monegasco, Caracciola (que iba delante) perdió de vista a su compañero, frenó para esperarle y, en ese momento, se bloqueó una de las ruedas delanteras de su coche, que se desvió hacia un lado y chocó contra el muro del “Bureau du Tabac”.

En un principio, el piloto alemán salió del habitáculo pensando que no estaba herido pero, al apoyar el pie en el suelo, una de sus piernas falló. Según el propio Caracciola “los dolores eran terribles, como si me estuviesen cortando la pierna con un cuchillo al rojo vivo”.

Atendido en el hospital de Montecarlo, las radiografías mostraron una pierna totalmente destrozada; cuando llegó Carlota, su mujer, los médicos le dijeron que su marido jamás volvería a conducir.

Y allí comenzó un doloroso recorrido por médicos y hospitales, hasta que, después de muchos meses de sufrimiento, bien entrada la temporada de 1934, Caracciola volvió a conducir, de nuevo para Mercedes, pero con una pierna más corta que la otra.

Antes de ese momento, aún habría de pasar por uno de los trances más amargos de su vida. Fue el invierno anterior, cuando se restablecía junto a su mujer en Arosa, una ciudad de los Alpes Suizos.

Carlota salió una mañana del hotel para hacer una excursión esquiando (deporte al que era gran aficionada) y, cuando por la noche, Caracciola se disponía a ir a esperarla a la cercana estación de ferrocarril, uno de los componentes del grupo de excursionistas llamó a su puerta para comunicarle que su mujer había fallecido, aplastada por un alud de nieve.