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Pequeña gran historia de la Fórmula 1

Un relato de El Abuelete del M3 - 1 octubre 2011

A modo de introducción he de decir que han pasado más de 60 años desde que presencié “mi primera carrera de coches”, el Gran Premio de Madrid de 1949 en el circuito de la Ciudad Universitaria. Yo era entonces un niño de ocho años y, para mí, fue una experiencia inenarrable cuyas vivencias os cuento en otro relato.

Fue aquel acontecimiento el que despertó mi afición a los coches y el que, ahora, tantos años después, me ha llevado a desarrollar una serie de relatos que he aglutinado bajo el título genérico de “PEQUEÑA GRAN HISTORIA DE LA FÓRMULA 1”. Y lo he realizado con un doble propósito: primero, hacer un sano ejercicio de memoria, ahora que aún la conservo, antes de que ese despiadado alemán- cuyo nombre no quiero pronunciar- empiece a esconderme imágenes vividas y recuerdos. Segundo, para tratar de dar respuesta a una pregunta que no la tiene: ¿Cuál es el nombre del mejor piloto de Fórmula 1 de todos los tiempos?

Ya he anticipado que no hay una respuesta objetiva, pero sí muchas opiniones distintas. Yo no cometeré el error de tomar partido por ningún piloto y tengo buenas razones para hacerlo, a pesar de mi admiración por todos ellos. Los del presente, por la desafiante lucha contra las leyes de la física que les permite la tecnología. Los del pasado, porque las condiciones en que libraron sus épicas batallas fueron muy diferentes a las que se han ido produciendo con el paso de las temporadas. Nombres como aquellas leyendas que fueron Achille Varzi, Bernd Rosemeyer o Rudolf Caracciola, forjaron su leyenda intentando dominar aquellos monstruosos Auto Union y Mercedes que llegaron a desarrollar casi 700 CV de potencia y alcanzar velocidades superiores a 400 km/h antes de la II Guerra Mundial.

Ascari, Taruffi, Farina, Fangio y otros que, al acabar el conflicto bélico ya habían superado la cuarentena de edad, desempolvaron los viejos cacharros de los años 30 y volvieron a competir sobre aquellas veloces reliquias sin pensar en problemas de frenos ó neumáticos, sin casco, sin cinturones de seguridad… Sólo con su arrojo volvieron a reverdecer los viejos laureles, dejándose muchos de ellos la vida en el intento, reinventando los GRAND PRIX que, a partir de 1950, configuraron el primer Campeonato Mundial de Fórmula 1.

A los cinco títulos mundiales de un genial Juan Manuel Fangio, que conquistó el último ya con 47 años, le sucedieron un puñado de “British”, los Hawthorn, Hill, Clark, Surtees o Stewart, a lomos de unos pequeños bólidos con motor trasero que fueron creciendo en musculatura, salidos de garajes artesanales, primero los Cooper y enseguida Vanwall, BRM y Lotus.

Tampoco me olvido del ingenio de constructores y diseñadores como Colin Chapman o los mismísimos Bruce McLaren y Jack Brabham, que dominaron la escena de los 60, enlazando sus títulos con los conseguidos por Jackie Stewart con Tyrrell o Fittipaldi sobre Lotus y McLaren. También regresaba al Olimpo un renacido Ferrari que, después de su último título conseguido por Surtees en 1964 y tras 11 años de sequía, se alzó a lo más alto con el primer campeonato de Niki Lauda en 1975.

Se iniciaba entonces lo que podríamos considerar la “Fórmula 1 moderna”, pues los bólidos superaron por primera vez aquellos 675 CV del Mercedes W125 de anteguerra, introdujeron la aerodinámica en forma de monstruosos alerones e incorporaron eficaces frenos de disco, cinturones de seguridad de arnés y enormes neumáticos traseros que pasaban a configurar la estampa que hoy conocemos. Además, hay algo que no se aprecia visualmente, pero que está ahí desde que, a finales de los 70 y primeros años 80, revolucionara el comportamiento de los coches. Estoy hablando del “efecto suelo” de aquellos Lotus invencibles de 1978.

En mi recuerdo se mantendrán también los Williams de Alan Jones, Keke Rosberg y Nelson Piquet, los McLaren de Ayrton Senna, que le llevaron a la gloria con tres títulos disputados a cara perro a su “compañero” Alain Prost, o el milagroso prodigio electrónico del Williams-Renault FW15C de Prost en 1993, que “heredado” por “Magic Senna” le llevó al desastre de Tamburello, el mismo año 94 en el que Schumacher tomó el testigo para iniciar otra leyenda. El piloto alemán conseguía hasta 2004 esos inigualados 7 títulos que, por qué no, podrían ampliarse en su regreso a la palestra, después de unos años en los que Fernando Alonso se convertía en un nuevo mito en 2005 y 2006. Le seguían otros jóvenes leones como Raikkonnen, Hamilton, Button y, finalmente, Vettel con su invencible Red Bull en 2010, que nos han llevado hasta una temporada 2011 en la que, descartado Kimmi, cinco campeones unidos por el vínculo indisoluble de la victoria prometían ofrecernos un duelo incomparable y llevarnos una vez más a la duda, sin respuesta racional posible a la trascendental pregunta.

Conociendo de antemano la imposibilidad de reflejar en estos relatos todo el esplendor de la historia de la Fórmula 1 y también alguna de sus miserias, ya advierto que mi versión, además de “pequeña”, será inevitablemente “incompleta”. Serán relatos en los que “El Abuelete del M3”, sin seguir un estricto orden cronológico ni pretender depurar el dato estadístico (para eso están las web oficiales), irá desgranando experiencias propias y otras adquiridas a lo largo de estos 60 largos años de afición, atesorando libros, revistas, documentales, siguiendo emisiones imposibles en televisiones lejanas cuando aquí en España la Fórmula 1 solamente nos interesaba a “cuatro locos” capaces de buscar a sus ídolos conectándose a la RTL alemana en horarios de las antípodas, exactamente lo que ahora hacen dos o tres millones de “locos modernos” y esperanzados ”alonsistas”.

Con mis próximos relatos intentaré despertar en alguno de estos modernos forofos la curiosidad, para que también ellos se pregunten; ¿Qué piloto de Fórmula 1 fue el mejor de todos los tiempos?

Aquí no encontrarán la respuesta, pero quizá también acaben entendiendo por qué.



Nota: Los precios reflejados en esta información corresponden a la fecha de publicación.

  • 4 comentarios

    • Lourdes dijo:

      Hola Abuelete, no sabes como me alegra saber que podré volver a leer tus magníficos relatos sobre los pilotos de la F1 a lo largo de la historia. He leido en otra parte del blog que tienes ya un fan nº 1, pero tú y yo sabemos que ese puesto lo adquirí yo por derecho propio hace ya unos años, bueno yo y unos cuantos más a partes iguales. Pero al César lo que es del César y Loro llegó aquí primero, así que a mí me adjudicas el nº 2. Volveré a seguir leyendo, tus crónicas y los diferentes blogs de tus otros compañeros. Un abrazo fuerte, voy a seguir investigando…. Lourdes (raikimi)

      • Abuelete del M3 dijo:

        ¡¡Hola Lourdes (raikimi), que alegría!!Jamás pensé que aquello que comencé a escribir en 2007 estrenando mi primer PC y en lo que participaste tan activamente iba a poder reeditarlo después de la desaparición del foro de MSN y menos aún que alguien quisiera releerlo. Confío en que este no sea el caso de aquel a quien una persona paró en la calle para decirle que había comprado su libro y este exclamó ¡¡Ah,fuiste tú…!!
        Estoy tan contento que me voy a permitir una licencia, con permiso de Loro y Badlan, la antiguedad es un grado que debo reconocer y por ello Loro y Lourdes sereis mis fans nº 1 y 1-bis (tanto monta, monta tanto) y Badlan continuará siendo nº2,la trampa es «venial» y todos contentos…

    • CLEOPATRA Y SU BUGA dijo:

      Abuelete, ¿cuando empieza esa pequeña o gran historia que promete? Debe ser buena por lo qur comenta Lourdes, pero creo que se lo está pensando demasiado.Cleo tenia la esperanza de encontrar algo diferente,en fin,si son los achaques de la edad, cuando ud. pueda.

    • Abuelete del M3 dijo:

      Hola Cleo, como explico en mi blog MUCHA CARRETERA…estoy en «Boxes» en parada técnica.Si hasta los buenos pinchan…pero tranquila,en cuanto me pongan las presiones correctas y unas buenas friegas de alcanfor para el lumbago, me tienes en pista, dispuesto a arrancarle las faldillas a los hititas y arameos de tu buga. Gracias por vuestra paciencia.Con afecto, el Abuelete del M-3.

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