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Fangio y «la carrera de los Dioses»

Un relato de El Abuelete del M3 - 17 mayo 2012

Nürburgring 1957, “la carrera de los Dioses”

Tras haber vencido en los Grandes Premios de Argentina, Mónaco y Francia, Fangio llega el 4 de agosto de 1957 al Gran Premio de Alemania, intuyendo que la prueba en Nürburgring sería la más difícil del año.

Su Maserati 250 F podría tener serios problemas de desgaste de los neumáticos Pirelli que calzaba, aunque el compuesto elegido (muy blando) le permitía un paso por curva muy rápido. Fangio sabía que estaba obligado a cambiarlas si quería acabar la prueba y necesitaba adquirir una gran ventaja en su inicio si pretendía ganarla. Las ruedas de los Ferrari tenían un compuesto de goma más duro y aguantaban toda la carrera.

Después de marcar la “pole position”, a una media de 145,2 km/h, Fangio se coloca en la parrilla de salida talonado por Mike Hawthorn (Ferrari), Jean Behra (Maserati) y Peter Collins (Ferrari). En la arrancada, los dos Ferrari tomaron la cabeza y, durante las dos primeras vueltas, se dedicaron a disputar entre ellos la primera posición. Mientras, Fangio, sin poder desarrollar su táctica inicial, observaba incrédulo y a la defensiva, desde la tercera posición, lo que estaba pasando entre dos pilotos de un mismo equipo y esperaba la ocasión propicia para superarlos.

En la tercera vuelta, Hawthorn y Collins dejaban el peligroso juego que habían mantenido y fue entonces cuando el argentino tomó la iniciativa y se colocó en cabeza, a costa de los dos coches italianos. A partir de entonces, el Maserati empezó a girar 10 segundos por vuelta más rápido de lo que el propio Fangio había logrado el año anterior con Lancia-Ferrari. Cuando había transcurrido la mitad de la carrera, su ventaja era ya de 28,8 segundos.

En la vuelta undécima (de las 22 totales) las cosas empezaron a complicarse cuando Fangio entró en boxes. Mientras esperaba el cambio de neumáticos bebiendo un refresco fuera del coche, los mecánicos, no se sabe si por nerviosismo o aturdimiento, echaron por tierra la ventaja obtenida por el piloto argentino, situándole con otros 48 segundos de retraso por la tardanza en realizar la operación.

Entretanto, los Ferrari habían pasado ya por delante de los boxes a toda velocidad. Cuando Fangio volvió a la pista, la carrera estaba teóricamente perdida, ya que quedaban tan solo 11 vueltas en las que parecía imposible que pudiese recuperar los casi 90 segundos perdidos y alcanzar a sus rivales. Y fue allí, en aquel momento crucial, cuando empezó la gran cabalgada que culminaría con la victoria del argentino en una de las más grandes demostraciones de coraje e inteligencia que se recuerdan.