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La guerra de los botones

Escrito por: Víctor M. Fernández - 13 diciembre 2016

01_La-guerra-de-los-botones_BMW-760Li_2003Hace ya 15 años, recuerdo la sensación extraña que percibí cuando probé el primer BMW Serie 7 de 2001 (E65) con su nuevo dispositivo de “infoentretenimiento” y un mando controlador “i-Drive” con el que se manejaban la mayor parte de las funciones del coche y eliminaba buena parte de los botones de la consola central.

Ya entonces comenté textualmente: “Como sistema para agrupar y manejar muchas cosas con un solo mando me parece muy conseguido, pero exige dedicar bastante tiempo para aprender su funcionamiento. El principal problema que veo al i-Drive es que puede distraer la atención del conductor. Para cualquier operación o ajuste hay que mirar a la pantalla, a veces mucho, y cabe la posibilidad de quedarse mirando dicha pantalla más de lo aconsejable”.

Desde entonces, los denominados sistemas de “infoentretenimiento” se han implantado en casi todos los coches y han mejorado en muchos aspectos, pero también han incrementado sus funciones y el nivel de distracción al que pueden llegar a someter al conductor.

Toda esta advertencia viene a colación de una genial reflexión que ha realizado recientemente el excelente probador, reconocido periodista del motor y buen amigo, Carlos Enríquez de Salamanca, al que no pude resistir la tentación (casi obligación) de pedir que me dejara publicar íntegramente su excelente análisis, para conocimiento de todos los que nos ponemos al volante.

Muchas gracias amigo Carlos, por dejarme compartir tus conocimientos y por hacernos ver de una manera tan clara a lo que nos enfrentamos con tanto auge de los dispositivos multimedia.

LA GUERRA DE LOS BOTONES – Por Carlos Enríquez de Salamanca

Hubo una época en la que todo era diseño. Ahora, todo es conectividad.

Me refiero a las presentaciones de coches. Por lo menos media hora de la rueda de prensa se dedica a hablar de las maravillosas virtudes de las pantallas táctiles que nos conectan al hiperespacio virtual y que, para gozo de los diseñadores —estos no renuncian a su parcela de protagonismo— eliminan mogollón de botones para conseguir que el interior de los coches nuevos no queden ideales de la muerte o sea.

En los dossieres de prensa se llama, a estas virguerías, sistemas de “infotainment” o de “infoentretenimiento”. Yo, si me lees en los medios en los que escribo o me escuchas en la radio —no digo si me ves— les llamo sistemas de “infodistraimiento”.

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En una de las últimas ruedas de prensa en las que he estado, el nuevo coche objeto de la presentación era de una marca que siempre me ha gustado. Entre muchas otras razones, porque sus coches van “que te cagas” y porque en el habitáculo siempre hay —o había— mogollón de botones. Sin embargo, la marca presumía de haberse puesto al día en este asunto tan de moda. Ya sabes, conectividad, pantallas táctiles y demás zarandajas.

Sinceramente, escuchando al especialista en conectividad aluciné con las posibilidades que la tecnología nos ofrece. Lo del “internet de las cosas” es la leche bergareche. Y no lo digo con sarcasmo. ¡Lo que inventa el hombre blanco!

Ahora bien, cuando aquel tipo dijo que todo aquello redundaba en una mayor seguridad a la hora de conducir, tuve que negar con la cabeza. Así que, tras acabar su presentación me preguntó por qué no estaba de acuerdo.

05_La-guerra-de-los-botones_Citroen-2cv-Special_1979Sentado en mi silla, le puse el mismo ejemplo que pongo siempre cuando alguien me pregunta.

«Imagina que estoy sentado en el Citroën 2CV de mi padre, voy conduciendo y quiero poner la calefacción y cambiar de emisora de radio. Mírame a los ojos, supón que tú eres la carretera y dime cuántas veces aparto la vista de la carretera. Hice el gesto de buscar la palanca de la calefacción y la ruleta derecha de aquella radio “Punto Azul” que estaba más allá de la palanca de cambios, bajo la bandeja que recorría todo la parte inferior del salpicadero del 2CV».

¿Cuántas veces he dejado de mirarte? pregunté.

Ninguna, fue su respuesta.

¿Cuánto he tardado en poner la calefacción y en cambiar de emisora?— Menos de un segundo en poner la calefacción y poco más en poner la emisora que buscaba.— Ahora imagina que voy en uno de estos coches de ahora y que tengo que hacer lo mismo.

Aquí la conversación ya derivó por otros derroteros, pero obviamente creo que captó mi mensaje. Calculamos unas cuatro o cinco distracciones, como mínimo. ¿Seguro que eso supone más seguridad?

Si no te lo crees, imagina que quieres hacer más o menos lo mismo que yo en el 2CV de mi padre, que se diseñó hace de unos 80 años, pero vas conduciendo un coche “supermegaguay” con pantalla táctil a color de mil y pico pulgadas y tecnología “TengoMásSeguidoresQueTúyLoSabes System”.

Primero, buscas en la pantalla la función menú —primera vez que hay que desviar la vista— y pulsas el icono, pero si tienes grasilla en los dedos igual le tienes que dar dos veces. Luego, buscas “media” con la vista —van tres distracciones— y para pulsar la pantalla en el sitio exacto tienes que mirar otra vez, así que ya van cuatro veces que no estás a lo que hay que estar.

Entonces tienes que buscar “radio” —cinco veces— y pulsar el icono de las narices —van seis—. ¿Crees que lo tienes? Serás ingenuo…

06_La-guerra-de-los-botones_Porsche-Panamera_2016

07_La-guerra-de-los-botones_Mercedes-Clase-E_2016

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A continuación, sale un menú con tres opciones (“emisoras preseleccionadas”, “lista de emisoras”, “búsqueda manual”). Apartas la vista de la carretera por séptima vez para asegurarte de que tu dedo índice selecciona el menú adecuado, escoges “emisoras preseleccionadas” y tienes que volver a mirar la pantalla porque la emisora que buscabas estaba en la quinta de diez páginas.

En ese momento piensas que qué desfasado estaba tu abuelo que no tenía emisoras memorizadas en su “Punto Azul”, pero no quieres recordar que el radiocasete “MX-Onda” que tu padre llevaba en el Seat Ronda —con frontal extraíble antirrobo, oiga—tenía seis emisoras prefijadas en sus respectivos botones.

Si fueras honesto y lo recordaras, también estarías jurando en arameo recordando al fulano que te dijo que el sistema de “infoentretenimiento” de tu coche “supermegaguay” era “intuitivo”. ¿Intuitivo? Sí, los cojones.

Si a estas alturas no te has atizado un guarrazo de campeonato, no has apartado la vista de la carretera, no has zigzagueado lo más mínimo y eres capaz de recordar cada detalle de los tres o cuatro kilómetros que acabas de recorrer, deberías llamar a Toto Wolff y decirle que te contrate para sustituir a Nico Rosberg y, de paso, que eche a Hamilton. Tú solo serás capaz de hacer doblete en todos los GP de la temporada, porque eres un conductor superlativo. Pero, recuerda, solo has hecho la mitad de las cosas que te pedía en este simple ejercicio.

Después de perder la cuenta de cuantas veces has mirado la puñetera pantalla en lugar de la carretera tienes que volver al icono “home” del menú para subir la temperatura de la climatización, pero un bache te hace pulsar sin querer el icono de “rellamada”. Como hay varias curvas por delante, tienes que prestar atención a lo que deberías estar haciendo —era conducir, no creas— así que te llevas un susto de muerte cuando escuchas por los altavoces la voz de tu suegra preguntando qué quieres. Cuelgas como puedes y entonces emerge un mensaje en la pantalla para celebrar que tienes un nuevo seguidor en “twitter”, por lo que sigues sin poner el climatizador a la temperatura que quieres.

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Puedo seguir describiendo y complicando la situación todo lo que quieras. Y lo sabes. Pero, por Dios, no me digas que esto mejora la seguridad vial. De hecho, el especialista en conectividad me propuso probar el sistema en marcha y luego darle mi opinión (realmente dijo “feedback” que queda como más pijo; perdón, “cool”). Sencillamente, me reafirmé en mis opiniones.

A ver, esta juventud que me da mil vueltas en cualquier entorno digital, me puede enseñar a desenvolverme con ciertas dificultades en las redes sociales, me puede sorprender con el increíble universo de posibilidades que la tecnología abre ante nosotros. Hasta puede tratar de convencerme de que el “rap” es música (donde esté El Fary…). Pero, dicho con todo mi cariño, ternura y lástima, no me va a enseñar a tener sentido común.

Como decía un buen amigo mío, “a padre no le vas a enseñar a hacer hijos”. Lo malo es que me temo que hay un infinito número de directivos que, con tal de que un chavalín joven no quede como más proactivo, avanzado, dinámico o conectado que él (“moden-no”, vamos), son capaces de comprar ideas de canguro. Y aún peor es saber que la legislación permite este tipo de aberraciones.

Hay muchas aplicaciones/funciones que nos ayudan un montón a la hora de conducir, pero muchas otras, con todos mis respetos, deberían quedar desactivadas en cuanto el coche se pone en marcha, salvo que puedan activarse sin apartar la vista de la carretera o, mejor incluso, sin quitar las manos del volante. Sobre todo las relacionadas con la conectividad.

12_La-guerra-de-los-botones_Carlos-Enriquez-de-SalamancaA mi modo de ver, los coches no son salas de conciertos, aunque entiendo que te pueda gustar estropear la música del motor con el ruido de tu cantante favorito. Pero, sobre todo, no son “smartphones”, ni “tablets”, ni ordenadores.

¿Te gustaría ir con tu familia en el coche sabiendo que más de la mitad de conductores con los que te vas a cruzar van consultando sus redes sociales o su correo electrónico en lugar de ir atentos a lo que tienen que ir haciendo?

Mi padre o mi abuelo solo tenían que apartar una mano del volante para buscar al tacto la calefacción o la radio, mientras mantenían la vista en la carretera. A la hora de conducir, los sistemas multimedia, la conectividad, las “apps” y su repajolera madre ponen la seguridad de todos en entredicho.

¿Alguien puede, por favor, decirle a quien sea que haga el diseño de los coches, que me devuelvan mis botones?

NOTA: especialista desde hace 25 años en los más prestigiosos medios de prensa del motor, Carlos Enríquez de Salamanca es, en la actualidad, colaborador del programa de televisión “Centímetros Cúbicos” (Antena 3), probador de la revista “TodoRacing Magazine” y Redactor Jefe del programa radiofónico “Vuelta Rápida GT”, que se emite todos los sábados en el dial de “LibertadFM” (de 14:00 a 16:00).

  • 1 comentario

    • El Abuelete del M3 dijo:

      A decir verdad, estoy absolutamente de acuerdo con Carlos Enríquez de Salamanca, transmite con exactitud el sentir de una generación como la mía, por algo soy «Abuelete» que amamos el automovilismo y por él al automóvil como un elemento de primerísima magnitud para nuestra felicidad en este mundo, en esta vida. Me doy cuenta, leyendo todo el artículo del privilegio que hemos disfrutado viviendo un tiempo en que cada viaje por carretera tenía su dosis de aventura y me congratulo de ser aún un conductor activo que compró en 2001 su (presumible) último coche, un BMW ///M3-E46 que tenía ya todo lo que yo podía pedir para el orgasmo de la conducción: Seguridad activa y pasiva, potencia, aceleración,velocidad punta y techo regulable, poca o casi ninguna «conectividad» (solo le echo en falta un GPS, que no le puse porque costaba casi medio millón de las antiguas pesetas). Han pasado más de 15 años y aún lo disfruto como el primer día, será porque ahora hago con el muchos menos km.que antaño y porque, simultanéo mis horas anuales al volante con un precioso «Ferrari Marbella/Panda» que tiene aún menos botones que el Citröen 2CV. del padre de Carlos, y porque a ciertas edades, hay que poner toda la experiencia y sentido en no distraerse e incluso, adivinar en la carretera las distracciones de los que, repleta su consola de «infoentretenimiento» y/ o «otras sustancias» ya he tenido que sortear un par de veces en las rectas de muchas carreteras.